TRISTE ES LA SOLEDAD, ALEGRE LA COMPAÑÍA; LA TUYA SERÁ PERFECTA SI TE ACOMPAÑA MARÍA.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

1.- MARÍA O CRISTO



Antes de abordar el estudio de la Mariología católica y con el fin de hacerlo correctamente, hay que reflexionar sobre un problema previo y central de la ciencia mariana:
¿Qué lugar ocupa María en el cristianismo?



San Pablo, en su carta 1 Tim 2, 5-6, dice: “Porque uno es Dios, uno también el Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo para rescate de todos”.
Siendo Cristo el único mediador, ¿dónde encaja la importancia dada a la figura de María? La Mariología es la ciencia que estudia a María a la luz de la revelación divina contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia. 
Algunos observadores no católicos piensan que la Mariología católica y el culto con el que se honra en el catolicismo a la Madre del Señor son un problema porque, en ambos campos, María es un obstáculo para llegar al verdadero conocimiento de Cristo y para tributarle el culto que le corresponde como único mediador entre Dios y los hombres.

Cristo, único mediador y único centro

Para todos los cristianos, Cristo es el centro de la actividad salvífica. 
Se puede representar gráficamente el cristianismo como una sucesión de círculos concéntricos cuyo único centro es Cristo Jesús; todos los cristianos estarían dispersos por los puntos de cada círculo, más o menos cercanos al centro, a Cristo, según su grado de santidad y de unión con el mismo Cristo.
Los observadores citados pretender ver no un único centro sino dos, alrededor de los cuales se forman los círculos concéntricos; un centro más importante, el de Jesús y otro más pequeño, pero independiente del anterior, el de María. Esta interpretación bicéntrica del cristianismo carece de sentido porque Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres, pues Él es el único que se entregó a sí mismo para rescate de todos.

¿De dónde procede la interpretación bicéntrica?
De diversos factores, unos teológicos o teóricos y otros cultuales o prácticos.
Entre los factores teóricos se pueden citar:

Primero: Cierto enfoque de la Mariología en el que la figura de María, en la reflexión teológica, parece desconectada o separada de la reflexión sobre Cristo, dando la sensación de que es algo aparte y distinto del misterio de Cristo y de la Iglesia.

Un segundo factor teórico puede ser la forma especial de reflexión teológica que entiende la Sda. Escritura como única fuente de revelación y desconoce las otras fuentes, la Tradición y el Magisterio eclesial.
“Nada tiene de extraño, que a un observador protestante le parezcan exageraciones inadmisibles la Inmaculada Concepción y la Mediación de María. En ambos casos se hace de menos a Cristo: en el primero, porque se equiparan los dos orígenes humanos como inmaculados; en el segundo, porque se pone la mediación de María junto a la de Cristo, que es única, suficiente y universal”. (Instituto internacional de teología a distancia. María, la Madre del Señor. Pág 20)
Los teólogos protestantes opinan que María se interpone entre el creyente católico y Cristo y, por tanto, se configura un segundo foco de atención que dificulta la comprensión del misterio de Cristo.

Entre los factores prácticos favorecedores de la bipolaridad caben destacar los siguientes:

Primer factor:  Dicen los protestantes que el culto católico a María es una verdadera idolatría, porque adoramos a una criatura.
La teología católica ha salido al paso de esta acusación concretando los distintos niveles de culto y de adoración: 
El primer grado es la adoración o culto de latría, propio y exclusivo de la divinidad.
El segundo grado es la veneración o culto de dulía, que se otorga a los santos. 
En este segundo grupo hay que colocar la veneración especial o culto de hiperdulía, que es el que los católicos damos a María, porque su santidad y su unión con Cristo son especiales.

La figura central del culto cristiano es Cristo 
Todo el culto se refiere a Él y por Él a la Santísima Trinidad. “Por Cristo, con Él y en Él, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria”, se dice en la misa antes del Padrenuestro. 
El culto a los santos y, por tanto, el especial a María, está íntimamente conectado con el de Cristo; si faltase esa conexión, ese culto dejaría de ser cristiano y pasaría a ser superstición o fanatismo. 
No cabe separación alguna entre el culto a María y el culto a Jesús; siendo distintos, ambos expresan el misterio de Cristo inseparablemente.
En nadie como en María se ha reflejado con tanta luz el misterio de Cristo y a nadie ha iluminado tanto como a María, llevándola al grado más sublime de santidad. 
María es luz y faro para la humanidad de todos los tiempos, no por la luz que tiene como criatura, sino por ser el reflejo más puro y exacto de Aquél que se hizo carne en sus entrañas.

Segundo factor práctico que favorece la bipolaridad 
Lo constituyen ciertas prácticas catequéticas en las que se acentúa la devoción a María como medio seguro de salvación, con una presentación, al menos, extraña. Dos ejemplos: El “devoto” de María que pasa la vida en pecado mortal, pero mantiene la costumbre de rezar tres Avemarías al final de cada día; se dice, que María le salvará en la hora de la muerte.
Este tipo de educación cristiana oculta el verdadero rostro de Dios, rico en misericordia, como cuenta la parábola del hijo pródigo. La imagen, sin duda, bien intencionada de María, deteniendo el brazo vengador de la justicia divina, no encaja con la imagen del Padre revelada por Jesús.

Otro ejemplo: El “devoto” de María que no cumple los mandamientos, no practica los sacramentos, incluso, blasfema de Dios y de los santos, pero, no tolera una palabra que sea en desdoro de la Virgen, patrona de su pueblo.
Se debe afirmar que estas personas no son devotas de María sino de una imagen o advocación concreta, por la que tienen un cierto cariño y respeto tradicionales y a las que, fanáticamente, vinculan un cierto poder. 
Esta catequesis mariana deficiente provoca contrastes muy llamativos y chocantes: Muchedumbres de romeros a ciertos santuarios marianos, mientras el sagrario, donde está realmente presente el Señor, permanece en llamativa soledad; el altar o la imagen de María profusamente engalanado con objetos de valor, mientras el altar del sagrario carece de ornato o está un tanto descuidado o mientras hay infinidad de seres humanos que mueren de hambre.

Conclusión 
Planteada la pregunta, ¿qué lugar ocupa María en el cristianismo?, quedan expuestas las razones para otorgar el único centro del Cristianismo a Cristo Jesús y también los motivos por los que algunos defienden la bipolaridad o interpretación bicéntrica del Cristianismo.
El rechazo, por nuestra parte de la bipolaridad es total, sin, por ello, menoscabar la importancia y singularidad de María; todo lo contrario, situamos a la Madre del Señor en el lugar que por derecho le corresponde, que es el más cercano a Cristo, por su especialísima conexión con Él, tal como aparece en la revelación y que será objeto de nuestras reflexiones.


                               

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